sábado, 27 de octubre de 2012

Yo pregunto...


“Yo le pregunto a los economistas, políticos y a los moralistas, si ya han calculado el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infamia, a la ignorancia crapulosa, a la ignorancia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico.”

João de Almeida Garrett (Portugal, 1799-1854)

Leonardo da Vinci.

Reprende al amigo en secreto y alábalo en público. Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no lo apartéis de vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en desiertos o cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestras insidias; miradlos como a dioses terrestres, merecedores de estatuas y simulacros. 

Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si ésta es desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el alma. 

La pintura es una poesía que se ve sin oírla; y la poesía es una pintura que se oye y no se ve; son, pues, estas dos poesías o, si lo prefieres, dos pinturas, que utilizan dos sentidos diferentes para llegar a nuestra inteligencia. Porque si una y otra son pintura, pasarán al común sentido a través del sentido más noble que es el ojo; y si una y otra son poesía, habrán de pasar por el sentido menos noble, es decir, el oído

Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el quedar insensibles a la utilidad y belleza del universo. 

El buen juicio nace de la buena inteligencia y la buena inteligencia deriva de la razón, sacada de las buenas reglas; y las buenas reglas son hijas de la buena experiencia: madre común de todas las ciencias y las artes. 

Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio. 

Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte. 

Aquel que más posee, más miedo tiene de perderlo. 

Cuando la fortuna viene, tómala a mansalva y por delante, pues por detrás es calva. 

Donde hay más sensibilidad, allí es más fuerte el martirio. 

El que no valora la vida no se la merece. 

El ojo recibe de la belleza pintada el mismo placer que de la belleza real. 

He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido. 

La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega. 

La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte. 

La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte halles algo que aprender. 

La ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable. 

La rebeldía es hija de la experiencia. 

Los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van. 

Mediocre alumno el que no sobrepasa a su maestro. 

Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he aprendido cómo morir. 

No se puede poseer mayor gobierno, ni menor, que el de uno mismo. 

Nuestras mayores tonterías pueden ser muy sabias. 

Si una persona es perseverante, aunque sea dura de entendimiento, se hará inteligente; y aunque sea débil se transformará en fuerte. 

Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos. 

Son vanas y están plagadas de errores las ciencias que no han nacido del experimento, madre de toda certidumbre. 

Seguramente, el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos. 

La verdad es de tal excelencia que, cuando elogia pequeñas cosas, las ennoblece. 

La proporción entre la obra humana y la naturaleza es la misma que media entre el hombre y dios. 

La sabiduría es hija de la experiencia. 

La adquisición de cualquier conocimiento es siempre útil al intelecto, que sabrá descartar lo malo y conservar lo bueno. 
Es imposible amar algo ni odiar algo, sin empezar por conocerlo. 
¡oh, miseria humana, a cuántas cosas te sometes por el dinero! 
Un vaso de arcilla cruda, si se rompe puede repararse, pero no el de arcilla cocida. 
Pide consejo al que sabe corregirse a sí mismo. 
El mal que no me perjudica es como el bien que no me aprovecha. 
No reneguemos del pasado. 
Las amenazas sólo son armas para el amenazado. 
El que pretende enriquecerse en un día, se verá apremiado durante un año. 
He aquí una cosa que cuanto más se necesita menos se estima: el consejo. 
La justicia requiere poder, inteligencia y voluntad, y se asemeja al águila. 
Se expone a daños quien se gobierna por el consejo de los jóvenes. 
Donde entra la ventura, la envidia le pone asedio y la combate. Cuándo nos abandona, nos deja el dolor y el arrepentimiento. 
Quien no estima la vida no la merece. 
Cosa bella mortal pasa y no dura. 
La hiedra tiene larga vida. 
Las palabras que no satisfagan al oyente, le causan fastidio y disgusto; ello se manifiesta generalmente por copiosos bostezos. Cuando hables, pues, a hombres cuya benevolencia quieres captarte, si observas en ella tales muestras de aburrimiento, abrevia tu discurso o cambia de terna; si no lo haces, recogerás en vez de la benevolencia que deseas, odio y enemistad. 
La práctica debe siempre ser edificada sobre la buena teoría. 
Todo nuestro conocimiento nos viene de las sensaciones. 

Así, el estudio sin voluntad malogra la memoria, que no retiene entonces nada de lo que toma. 
Como el hierro, por falta de ejercicio, se cubre de herrumbre, y el agua se corrompe o se hiela por la misma causa, así el ingenio, sin ejercicio, se deteriora. 
La ciencia instrumental o de las máquinas, es nobilísima, y útil más que todas las otras; por su mediación todos los cuerpos animados, capaces de movimiento, realizan sus operaciones. Esos movimientos nacen del centro de gravedad colocado entre pesos desiguales, y estos cuerpos poseen pobreza o riqueza de músculos y palancas y contrapalancas. 
La mecánica es el paraíso de las ciencias matemáticas, porque con ella se alcanza el fruto matemático. 
Cada instrumento (o medio) debe adaptarse a la experiencia. 
Todos los elementos, cuando están fuera de su sitio natural, desean volver a él, principalmente el fuego, el agua y la tierra. 
Toda acción natural está realizada por la naturaleza misma del modo y en el tiempo más breve posible. Ninguna acción natural puede abreviarse, pues la naturaleza la genera del modo más breve posible. 
La necesidad es maestra y tutora de la naturaleza. Es su tema y la fuente de sus invenciones, su freno y su regla perpetua. 
El agua es el vehículo de la naturaleza. 
El agua que tocas en la superficie de un río, es la última de la que pasó y la primera de la que viene: así el instante presente. 
Una ciencia es tanto más útil cuanto más universalmente pueden comprenderse sus producciones; y, al contrario, lo serán menos en la medida en que éstas sean menos comunicables. 

Apenas nace la virtud, cuando ya genera contra sí la envidia, pues antes verás un cuerpo sin sombra que la virtud sin la envidia. 
Quien no castiga el mal, ordena que se haga. 
Todo lo que hay de bello en el hombre pasa y no dura. 
¿No ves tú que, entre las humanas bellezas, un bellísimo rostro detiene a los transeúntes mejor que las riquezas que lo encuadran? 
Las espadas y lanzas por sí mismas son inofensivas; el que por sí mismo es apacible y sin maldad alguna, se volverá feroz y terrible a causa de las malas compañías. 
La pintura es una poesía muda y la poesía una pintura ciega, y una y otra van imitando la naturaleza en cuanto les sea posible. 
Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz. 
El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una pequeña certeza que un gran engaño. 
Muchas personas, después de haber encontrado el bien, buscan todavía, y encuentran el mal. 
Comer con desgana convierte el alimento en repulsivo manjar. 
Ninguna certeza existe allí donde no puede aplicarse alguna de las ciencias matemáticas o de las que están unidas con ellas. 
Huye de los preceptos de los especuladores cuyas razones no están confirmadas por la experiencia. 
Quien condena la pintura, condena la naturaleza, puesto que las obras del pintor representan las obras de la naturaleza. El que así blasfema carece, pues, de sentimiento. 
Llegará un día en que los hombres como yo, verán el asesinato de un animal como ahora ven el de un hombre. 
Quien piensa poco, se equivoca mucho. 
¿No ves tú que el tesoro no honra a su acumulador, después de su vida, como hace la ciencia, que atestigua y proclama a su creador, porque es hija de quien la genera y no hijastra como la pecunia? 
Los hombres correrán tras la cosa que más temen, es decir, que serán miserables por temor a la miseria. 
No debemos desear lo imposible. 
Donde hay vida hay calor; donde hay calor vital hay movimiento de humores. 
No hay cosa que nos engañe más que nuestro juicio. 
El renombre del rico termina con su vida; se recuerda el tesoro, pero no al atesorador. Muy otra es la gloria de la virtud de los mortales que la de sus tesoros. 
Mal haces si alabas, y peor si reprendes una cosa que no entiendes bien. 
Pero vanas y llenas de errores me parecen aquellas ciencias que no nacen de la experiencia, madre de toda certidumbre, ni terminan en una noción experimental; es decir, tales que, ni su origen ni su medio, ni su fin pasan por ninguno de los cinco sentidos. 
La desigualdad es el origen de todos los movimientos locales. 
He aquí una cosa que rechazamos cuanto más la necesitamos: el consejo. De mala gana lo escucha quien más lo necesitaría, a saber: el ignorante. 
No siempre es bueno lo que es bello... Ejemplo de este error dan los que hablan con elegancia, pero sin doctrina. 
Y si quieres saber lo que a uno deleita, sin necesidad de que te lo diga, háblale de diversos asuntos, y cuando lo observes escuchando atento, sin bostezos ni fruncimiento de cejas, ni otros signos semejantes, puedes estar seguro de que la cosa de que hablas es la que le deleita. 
El que se enamora de la práctica sin ciencia, es como el marino que sube al navío sin timón ni brújula, sin saber con certeza hacia dónde va. 
Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para la calidad de los miembros, las fisonomías de todos los hombres serían semejantes, y no sería posible distinguirlas unas de otras; pero ella ha variado de tal modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla general para la proporción, no ha seguido ninguna para la calidad; de manera que es fácil reconocer cada semblante.

Por falta de palabras.


Una bella mañana de abril, por una estrecha callejuela de Harajuku, el barrio de moda, pasé junto a la chica 100% perfecta. A decir verdad, no es tan bonita. No se destaca de ninguna forma. Su ropa no es nada especial. Su cabello está todavía despeinado de recién haberse levantado. Tampoco es joven, - debe estar cerca de los treinta, no está ni cerca a ser una "chica” propiamente dicha. Aún así, lo sé a cincuenta yardas de distancia: es la chica 100% perfecta para mí. Del momento que la ví, está este estruendo en mi pecho, y mi boca está tan seca como un desierto.Quizás tengas tu propio y particular tipo de chica favorita - una de tobillos delgados, digamos, o de ojos grandes o dedos bonitos, o te gustan, por ningun motivo en especial, las chicas que se toman su tiempo al comer. Yo tengo mis preferencias, claro. A veces en un restaurant me sorprendo a mí mismo observando a la chica de al lado porque me gusta la forma de su nariz.Pero nadie puede empeñarse en decir que su chica 100% perfecta corresponde a algún tipo preconcebido. A pesar de que me gustan tanto las narices, no puedo recordar la forma de la suya - o siquiera si tenía una. Todo lo que puedo recordar con seguridad es que no era una gran belleza. Esto es raro.“Ayer en la calle pasé junto a la chica 100%”, le conté a alguien.--“¿Sí?”-- dijo. --“¿Bonita?”“En realidad, no”--“Tu tipo favorito, ¿entonces?”“No lo sé. Al parecer no puedo recordar nada de ella - la forma de sus ojos o el tamaño de sus pechos.”--“Extraño.”“Sí. Extraño.”--“Bueno, de todos modos,”-- dijo, empezando a aburrirse ---“¿qué hiciste? ¿le hablaste? ¿la seguiste?”“Nada. Sólo pasar junto a ella en la calle.”Ella está pasando de este a oeste, y yo de oeste a este. Es en verdad una bella mañana de abril.Desearía poder hablar con ella. Media hora sería suficiente: solo preguntarle acerca de ella, contarle acerca de mí, y - lo que realmente me gustaría hacer - explicarle las complejidades del destino que nos llevó a pasar uno junto al otro en una calleja de Harajuku una bella mañana de abril en 1981. Seguramente estaría llena por completo de cálidos secretos, como un reloj antiguo construido cuando la paz llenó el mundo.Después de hablar, almorzaríamos en algún lado, talvez veríamos una película de Woody Allen, nos detendríamos en el bar de un hotel por cocktails. Con un poco de suerte, terminaríamos en la cama.La potencialidad toca a la puerta de mi corazón.Ahora la distancia entre nosotros ha disminuido a quince yardas.¿Cómo puedo abordarla? ¿Qué debería decir?“Buenos dias señorita. Cree usted que podría concederme media hora para una pequeña conversación?”Ridículo. Suena como a un vendedor de seguros.“Disculpe, ¿sabe usted si hay alguna lavandería de turno en el vecindario?”No, esto también es ridículo. No estoy llevando nada para lavar, para empezar. Quien se creería un cuento como ese?Tal vez la simple verdad lo logre: “Buenos dias. Eres la chica 100% perfecta para mí.”No. Ella no lo creería. O aunque lo hiciera, ella podría no querer hablar conmigo. --"Disculpa"--, ella podría decir, --"yo puedo ser la chica 100% perfecta para tí, pero tú no eres el chico 100% para mí"--. Podría pasar. Y de encontrarme en esa situación, probablemente me derrumbaría. Nunca me recuperaría del golpe. Tengo treinta y dos, y de esto se trata el hacerse viejo.Pasamos frente a una florería. Una pequeña, cálida masa de aire toca mi piel. El asfalto está húmedo y a mí llega el aroma de las rosas. No puedo decidirme a hablarle. Ella lleva un sueter blanco, y en su mano derecha lleva un delicado sobre blanco, con solo una estampilla. Entonces: ella le ha escrito una carta a alguien, tal vez se pasó toda la noche escribiendo, a juzgar por el cansancio en su mirada. El sobre podría contener todos y cada uno de los secretos que alguna vez guardó.Doy unos cuantos pasos más y me doy vuelta: Ella se ha perdido en la muchedumbre.Ahora claro, ya sé exáctamente lo que debería haberle dicho. Podría haber sido un largo discurso, aunque, aún más largo para mí el expresarlo adecuadamente. Las ideas que se me ocurren nunca son muy prácticas.O, bien: habría comenzado con un "Había una vez" y terminado con un "Una historia triste, no crees?"Había una vez un chico y una chica. El chico tenía dieciocho y la chica dieciseis. Él no era precísamente apuesto, y ella no era especialmente hermosa. Ellos eran solamente un chico solitario ordinario y una ordinaria chica solitaria, como todos los demás. pero ellos creían con todo el corazón que en algún lugar del mundo vivía el chico 100% perfecto y la chica 100% perfecta para ellos. Si, ellos creían en un milagro. Y ese milagro realmente sucedió.

Un dia los dos se llegaron a encontrar en la esquina de una calle."Esto es asombroso," dijo él. "Te he estado buscando toda mi vida. Puede que no creas esto, pero tú eres la chica 100% perfecta para mí.""Y tú," le dijo ella, "eres el chico 100% perfecto para mí, exáctamente como te había imaginado en cada detalle. Es como un sueño."Se sentaron en la banca de un parque, se tomaron de las manos, y se contaron sus historias hora tras hora. Ya no estaban solos. Habian encontrado y habían sido encontrados por su otro 100% perfecto. Que maravilloso es, encontrar y ser encontrado por tu otro 100% perfecto. Es un milagro, un milagro cósmico.Mientras se sentaban y hablaban, sin embargo, una pequeña, pequeñísima astilla de duda se incrustaba en sus corazones: ¿estaba realmente bien que los sueños de uno se hagan realidad tan fácilmente?Y entonces, cuando hubo un momento de pausa en su conversación, el chico le dijo a la chica, “Probémonos, solo una vez. Si realmente somos los amantes 100% perfectos uno del otro, entonces alguna vez, en algún lugar, sin duda nos volveremos a encontrar. Y cuando eso pase, y sepamos que somos 100% perfectos el uno para el otro, nos casaremos ahí mismo. ¿Qué te parece?”"Sí," dijo ella, "Eso es exáctamente lo que debemos hacer."Y así partieron, ella al este, y él al oeste.Sin embargo, la prueba a la que accedieron era completamente innecesaria. Nunca debieron tomarla, porque eran realmente los amantes 100% perfectos uno del otro, y había sido un milagro el que se hayan llegado a encontrar. Pero era imposible para ellos saber esto, jóvenes como eran. Las frias, indiferentes olas del destino procedieron a sacudirlos sin misericordia.Un invierno, ambos, el chico y la chica cayeron víctimas de la terrible gripe de la temporada, y después de haber estado debatiendose entre la vida y la muerte durante semanas, perdieron la memoria de sus años anteriores. Cuando se recuperaron, sus cabezas estaban tan vacías como la alcancía del joven D. H. Lawrence.Ellos eran sin embargo, dos brillantes y decididos jóvenes, y gracias a sus contínuos esfuerzos fueron capaces de obtener nuevamente el conocimiento y los sentimientos que los calificaron para volver como personas de bien a la sociedad. Gracias al cielo, se convirtieron verdaderamente en ciudadanos comunes que sabían como pasar de una linea de subterráneo a otra, que eran completamente capaces de enviar una carta por correo especial en la oficina postal. De hecho, llegaron a experimentar nuevamente el amor, a veces tanto como un 75% o hasta un amor al 85%.

El tiempo pasó con una rapidez pasmosa, y pronto el chico tenia 32, la chica 30.Una hermosa mañana de abril, en busca de una taza de café para empezar el dia, el chico estaba caminando de oeste a este, mientras que la chica, con la intención de enviar una carta por correo especial, iba caminando de este a oeste, pero por la misma estrecha calle en el vecindario de Harajuku en Tokio. Ellos pasaron uno junto al otro en el mismo centro de la calle. El destello mas debil de sus recuerdos perdidos brilló tenue por un instante en sus corazones. Cada uno sintió un estruendo en su pecho. Y ellos lo supieron:Ella es la chica 100% perfecta para mí.Él es el chico 100% perfecto para mí.Pero la luz de sus recuerdos era ya muy debil, y sus pensamientos ya no tenían la claridad de hace catorce años. Sin una palabra, pasaron uno junto al otro, desapareciendo entre la muchedumbre. Para siempre.

HARUKI MURAKAMI.

Carta de Hermann Hesse a su esposa Ninon (fragmento)


Zürich, abril de 1928.

Hoy he dado un pequeño paseo antes de comer, uno de esos comunes y ridículos paseos de ciudad, por el muelle y a lo largo de las instalaciones del lago de Zürich, hasta las jaulas de los pájaros, donde las aves multicolores pían y retozan, divertidas de que ningún hombre pueda adivinar sus nombres,escritos en las tablillas o carteles allí adosados de un modo que solo da origen a confusiones. A uno de ellos pude oírle cantar claramente: O wie gut, dass niemand weiss,dass ich "Blauer Astrild" heiss'! (Oh qué bien que nadie sepa que me llamo "Astrild azul'' ) Había allí unos pequeños pájaros de fábula, color azul claro e intenso, venidos de África, irisados como las pequeñas mariposas multicolores que pueblan en el estío las altas montañas y regalan sus visos tornasolados cuando se posan en el regato para beber o emprenden el vuelo en bandadas cuando se pasa junto a ellas. Ante estos pájaros pensé en ti porque sé que también te gustan y porque todos ellos han sido contemplados y amados por tus ojos claros y bondadosos.Lucía el sol, pero soplaba un frío cierzo; disfrutamos de una primavera para los ojos, no para la piel. Sin embargo ha sido un día feliz, en primer lugar por los pájaros y también porque esta mañana ha llegado muy escaso correo después...,imagínate: cuando paso por delante del Palacio de la Música, veo un cartel con el programa del concierto de esta tarde, y ¿qué dirás que anuncian? ¡La más hermosa de todas las sinfonías de Mozart, la preferida entre todas por mí, la sinfonía en sol menor, cuyo primer tiempo comienza con tan prodigioso y placentero gozo, mientras el segundo lo hace lleno de una misteriosa tensión! Es ya la tercera vez en lo que va de año que oigo esta obra, todas en distinto lugar,con diversos directores y diferentes orquestas; cada vez fue un hallazgo casual,hecho de paso y cada vez, también, una señal de felicidad.(1)

.Después del gran paseo por las orillas del lago, y ya en casa, di el pequeño paseo de los ojos a través de mi habitación, deambulé lentamente por el minúsculo jardín de cactus, estuve diez minutos en Méjico, entre los euforbios y me detuve un minuto ante nuestra Urania verdeoro, la mariposa mágica de Madagascar. Imagino que tú tendrás ocasión de ver todos los días, allá en París, muchas cosas hermosas; pero estoy seguro de que no pueden serlo más que nuestra Urania. Y con las mariposas también se puede hablar francés.Acaba de aparecer un nuevo libro mío, titulado "Crisis" . Tu ejemplar espera tu llegada en Tessino. Para mí, como siempre, llega demasiado tarde su aparición y ahora deberé escuchar reproches y alabanzas de mis amigos sobre cosas que fueron para mí actuales e importantes hace tres años y que hoy han dejado ya de serlo desde hace tiempo. Y esos amigos que hoy se muestran enojados contra el libro me dirán dentro de cinco o seis años (mientras vuelven a irritarse contra mí por mi última obra), que voy cada vez más cuesta abajo, y que debería hacer un esfuerzo y escribir nuevamente algo tan lindo como fue aquel viejo Crisis. .Pero esto no te interesa nada y sé que deseas conocer en qué trabajo actualmente. Pues sí, yo también desearía saberlo, pero es cosa que escapa a todas mis investigaciones. En cosas como estas no conviene ser demasiado curioso; por lo demás, me sucede que suelo despertarme por la noche, en medio de algún sueño olvidado, y entone creo saber con exactitud que ese sueño era precisar en la nueva obra que intento crear... Pero nunca sé más acerca de ella.Pese a todo, naturalmente, soy trabajador y aplicado. Si yo no fuese en el fondo un hombre harto laborioso, no se me hubiese ocurrido jamás la idea de elaborar cánticos de alabanza y teorías acerca del ocio. Los perezosos geniales, los perezosos natos, nunca han hecho cosa semejante, que yo sepa.De momento, esto es, desde anteayer, vuelvo a dedicar muchos ratos a mi cuaderno de dibujo. Tú sabes que este es mi trabajo predilecto y que por mi gusto dedicaría la mitad de mis jornadas a esta ocupación hermosa, juguetona y fantástica. Pero no hay tanta gente rica como se cree. Hoy día, cualquier muerto de hambre anda por el mundo tan elegante y atildado que se le podría tomar por un consejero de comercio; pero de todos los miles de personas que se hacen un traje cuatro o cinco veces al año, apenas media docena son lo bastante ricos y están de verdad tan acostumbrados a lo hermoso y delicado como para ocurrírseles no solo abonarse a un par de revistas o mantener en casa un papagayo o unos peces de adorno, sino también adquirir de un poeta poemas manuscritos por su autor e ilustrados con dibujos a todo color, hechos de propio puño por él mismo. No; muy pocos son los que tienen tales ideas. La mayoría de la gente rica no suele tener ni siquiera ideas.Pero he aquí que ha venido uno, un caballero extremadamente simpático, que había oído hablar de mis manuscritos y dibujos, y ha solicitado un cuaderno con doce poesías manuscritas y dibujos en color. Así, pues, durante unos días no soy un ocioso desocupado, sino un empleado favorecido con un pedido, y como tal me siento. Si no estuviese lleno hasta rebosar de este orgullo, si no me sintiese feliz por causa de este pedido, tampoco hubiese llegado a vivir los diversos sucesos dichosos de este día, ya que los tales solo acuden a quien tiene imán en el bolsillo. 

viernes, 26 de octubre de 2012

Carta de Hölderlin a un amigo.


"Ah, querido, en qué estado estaba mi alma después de haberme separado de ti; al principio maldije a todo el mundo, dije con Fiesco: querría satisfacer mi resentimiento inexorable, querría desgarrar con mis uñas el mundo entero para hacer un monstruo de él..., pero pronto se desvaneció el furor. Desapareció mi violento odio, al que siguió una aceptación serena hacia todos los hombres, olvidé todas las injurias que había sufrido por su sagacidad a causa de las faltas de los otros; sí, yo los menospreciaba por sus eternos caprichos, por su inagotable sed de oro; sí, lo olvidé, yo me parecía al león que contempla al ratón a sus pies sin herirle porque es demasiado grande para enfadarse con él.

Dejé esta tierra tan pequeña, emprendí el vuelo hacia las estrellas, pasando sobre cimas de montañas antes tan caras a mi corazón sangrante. No solamente los males de la tierra me parecían pequeños y poco importantes; incluso sus alegrías no eran para mí más que golosinas hechas para niños y no para Dioses, y el hombre es un dios si quiere serlo. Pero he aquí a los hombres que se abandonan a la desesperación, plenos de incredulidad en cuanto a la naturaleza humana y tan débiles, en fin... No, no quiero hablar más de ello, no quiero caer de mi cielo, no quiero privarme de esta felicidad que me transporta, de esta sangre tan calma que corre por mis venas; no quiero soñar más con el pasado, e incluso si tuviera un gran deseo de ello, recordaría a lo sumo las flores que el carro de la Fortuna ha dejado escapar sobre mi camino; no quiero leer en la historia de mi vida sino las hojas que contienen mi felicidad.

No es cierto, hermano; crees que mis pensamientos, mis sentimientos ya no son de este mundo; creo que estoy maduro no para la paz muerta de la tumba, sino para una vida más feliz, más tranquila que ésta; incluso espero no estar largo tiempo ya sobre esta tierra, de la que ni siquiera las alegrías me atraen; espero que las tijeras fatales de la Parca vengan a cortar el hilo de mi vida, y en verdad puedo decir que espero el fin con tranquilidad, incluso con placer y con alegría.

Adiós, hermano; quizá sea la última vez que escuchas mi voz; recibe las bendiciones de un alma a la que restituiste la calma con tu amistad y con tu bondad y el último adiós de tu


Hölderlin"

jueves, 25 de octubre de 2012

La pobreza a los diez años


Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.
De un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela… Apenas tercer grado…
Qué largo fue el recreo, el más largo del año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.

Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,
todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando…
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos…
Qué anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo.

Mi piececito trémulo, miedoso, acurrucado.
Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.

Matilde Alba Swann 

Sonrisa.


"La curva mas hermosa de una mujer es su sonrisa"

Bob Marley

Cortázar.

"Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son."

Julio Cortázar

El tiempo.


"Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire..." 

Julio Cortázar

domingo, 21 de octubre de 2012

El Principito

"Mirarás por la noche las estrellas. No sabrás exactamente cuál es la mía pues mi casa es demasiado pequeña. Pero será mejor así. Para tí mi estrella será alguna de todas ellas; te agradará mirarlas y todas serán tus amigas. Luego te haré un regalo..." 

Antoine de Saint-Exupéry.

Mickey Spillane.

"Nadie lee una obra de misterio para llegar a la mitad. La leen para llegar al final. Si este es decepcionante, ya no comprarán más. La primera página vende un libro. La última página vende el siguiente."

Mickey Spillane

Moby Dick.


"Yo la perseguiré al otro lado del cabo de Buena Esperanza, y del cabo de Hornos y del Maelstron noruego, y de las llamas de la condenación. Para esto os habéis embarcado, hombres, para perseguir a esta ballena blanca por los dos lados de la costa y por todos los lados de la tierra, hasta que eche un chorro de sangre negra".

Herman Melville 

Haruki Murakami


"Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos."

Haruki Murakami

D.H.Lawrence

"Yo soy parte del sol, como mis ojos son parte de mi. mis pies saben perfectamente que yo soy parte de la tierra;y mi sangre es parte de la mar. No hay ninguna parte de mi que exista por su cuenta, excepto, quizas, mi mente; pero en realidad mi mente no es mas que un fulgor del sol sobre las superficies de las aguas." 

D.H. Lawrence

domingo, 14 de octubre de 2012

El espejo de Matsuyama.


En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían como centro y alegría de sus vidas a su pequeña hija. Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de su mujer por viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.
Después de una larga temporada, que a la esposa se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.
-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.
Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.
-¿Qué ves? -le preguntó con guasa.
-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.
-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en esa lámina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.
La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.
Pasaba el tiempo y aquella familia vivía cada día más feliz. La niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.
Un día, la madre enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando, de manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:
-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con ustedes, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.
Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.
Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:
-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.
Y le contó el regalo y el ruego que su madre la había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.
El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.

FIN

La escuela del hambre.


Esta historia transcurre en el siglo XVII en Japón, durante un periodo de hambre.
Un campesino que no tenía con qué alimentar a su familla se acuerda de la costumbre que promete una fuerte recompensa al que sea capaz de desafiar y vencer al maestro de una escuela de sable.

Aunque no había tocado un arma en su vida, el campesino desafía al maestro más famoso de la región. El día fijado, delante de un publico numeroso, los dos hombres se enfrentan. El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de su adversario, lo espera a pie firme, mientras que el maestro de sable estaba un poco turbado por tal determinación.

"¿Quién será este hombre?", piensa. "Jamás ningún villano hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?"

El campesino, acuciado por el hambre, se adelanta resueltamente hacia su rival. El Maestro duda, desconcertado por la total ausencia de técnica de su adversario. Finalmente, retrocede movido por el miedo. Antes incluso del primer asalto, el maestro siente que será vencido. Baja su sable y dice:

-Usted es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido abatido. Entre todas las escuelas de sable, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de "La que en un solo gesto lleva diez mil golpes". ¿Puedo preguntarle, respetuosamente, el nombre de su escuela?

-La escuela del hambre -responde el campesino.

FIN

La fuente de la juventud.


Había una vez un viejo carbonero que vivía con su esposa, que era también viejísima. El viejo se llamaba Yoshiba y su esposa se llamaba Fumi. Los dos vivían en la isla sagrada de Mija Jivora, donde nadie tiene derecho a morir. Cuando una persona se enferma lo mandan a la isla vecina, y si por casualidad muere alguien sin síntomas, envían el cadáver a toda prisa a la otra ribera.
La isla, la más pequeña del Japón, es también la más hermosa. Está cubierta de pinos y sauces, y en el centro se alza un hermoso y solemne templo, cuya puerta parece que se adentra en el mar. El mar es más azul y transparente de lo que se puede imaginar, mientras que el aire es nítido y diáfano.

Los dos ancianos eran admirados por el resto de la aldea, que los admiraba por dos virtudes: su resignación y persistencia a la hora de aceptar y superar los avatares de la vida, y el amor mutuo que se habían profesado durante más de cincuenta años.

El suyo, como tantos otros en Japón, había sido un matrimonio concertado por sus padres. Fumi no había visto nunca a Yoshiba antes de la boda, y éste sólo la había entrevisto un par de veces a través de las cortinas, y se había quedado admirado por su rostro ovalado, la gentileza de su figura y la dulzura de su mirada. Desde el día del casamiento, la admiración y adoración fue mutua. Ambos disfrutaron de la alegría de su enlace que se multiplicó con creces con tres hermosos y fuertes hijos, pero ambos también se vieron sacudidos por la tristeza de perder a sus tres hijos, una noche de tormenta en el mar.

Aunque disimulaban ante sus vecinos, cuando estaban solos lloraban abrazados y secaban sus lágrimas en las mangas de sus kimonos. En el lugar central de la casa, construyeron un altar en memoria de sus hijos y cada noche llevaban ofrendas y rezaban ante él. Pero últimamente una nueva preocupación había devuelto la congoja a sus corazones. Ambos eran mayores y sabían que ya no les quedaba mucho tiempo. Pero Yoshiba se había convertido en las manos de su esposa y Fumi en sus ojos y sus pies, y no sabían cómo podrían superar la muerte de alguno de ellos. ¡Oh, si tuviésemos una larga vida por delante!

Una tarde, Yoshiba sintió la necesidad de volver a ver el lugar donde había trabajado durante más de cincuenta años. Pero al llegar al claro del bosque, y observar los árboles, tan conocidos, se dio cuenta de que había algo nuevo. Tanto años trabajando allí, y nunca se había fijado en que debajo del mayor árbol había un manantial de agua clara y cristalina, que al caer parecía cantar, y su crujido, como el de hojas de papel arrugadas, se mezclaba con el murmullo de la hojas al ser movidas por el susurro de la brisa al atardecer. Yoshiba sintió una terrible sed y se acercó a la fuente. Cogió un poco de agua y bebió. Al rozar sus labios, sintió la necesidad de beber más, pero al ir a cogerla observó su reflejo en el agua y vio que habían desaparecido las arrugas de su rostro, su pelo era otra vez una hermosa y negra cabellera, y su cuerpo parecía más vigoroso y fortalecido. Aquel agua tenía un poder misterioso que lo había hecho rejuvenecer.

Entonces sintió la necesidad de ir corriendo a decírselo a su esposa. Cuando Fumi lo vio llegar no reconoció a aquel mozo que de pronto se acercaba a la casa, pero al estar junto a él observó sus ojos y lo reconoció. Cayó desmayada al recordar sus años de juventud, pero Yoshiba la levantó y le contó lo que había ocurrido en el bosque. Decidió que fuese por la mañana, porque ya era de noche y no deseaba que se perdiera.

A la mañana siguiente Fumi se fue al bosque. Yoshiba calculó dos horas, porque aunque a la ida tardaría más por su edad y la falta de fuerza, a la vuelta llegaría enseguida porque habría recuperado su juventud. Pero pasaron dos horas, y tres, y cuatro, y hasta cinco, por lo que Yoshiba empezó a preocuparse y decidió ir él mismo al bosque a buscar a su esposa. Cuando llegó al claro, vio la fuente, pero no encontró a nadie. Entre el murmullo de las hojas y el crujido del agua oyó un leve sonido, como el que hace cualquier cría de animal cuando está solo. Se acercó a unas zarzas, las apartó, y encontró una pequeña criatura que le tendía los brazos. Al cogerla, reconoció la mirada. Era Fumi, que en su ansia de juventud había bebido demasiada agua, llegando así hasta su primera infancia. Yoshiba la ató a su espalda y se dirigió hacia casa. A partir de entonces, tendría que ser el padre de la que había sido la compañera de su vida.

FIN

El monje furioso.


Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo.
Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.

El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.

Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo:

-Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido.

-¿De que estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.

-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros -dijo el que estaba enojado.

El otro monje se rió y luego dijo:

-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando...

FIN

jueves, 4 de octubre de 2012

El mañana y el ayer.

"Ustedes viven el mañana y el ayer; yo vivo únicamente el momento actual. Por lo tanto, vivo eternamente. Soy intemporal. Y puesto que esto último es evidentemente falso, ustedes tienen razón y yo continúo errado. Aquella razón arranca de éste mi error. Tener razón equivale a estar atrasado o adelantado en el tiempo."

Henry Miller

El amor

El amor es como los eclipses: raras veces sucede, pues aunque en principio podamos enamorarnos de cualquiera, en realidad resulta muy difícil: se requiere que esa media burbuja que es nuestro amor emerja hasta la superficie y, además, que coincida con esa otra burbuja incompleta que es el amor ajeno. Por ello, cuando se da, dura un instante como todas las pompas de jabón y los eclipses: el amor es perverso: es como la sed o el hambre, una necesidad, pero una necesidad diferenciada a la que no es posible saciar con cualquier pan, ni con un sorbo tomado en cualquier parte: es una sed sólo de esa agua y un hambre de una persona exacta; pero la persona es infiel a sí misma, inoportuna, no hay modo de bañarnos dos veces en ella, es como el río de Heráclito.

Oscar de la Borbolla, Asalto al Infierno.