lunes, 24 de diciembre de 2012

Navidad.


Navidad no será Navidad sin regalos -murmuró Jo, tendida sobre la alfombra. - ¡Es tan triste ser pobre! -suspiró Meg mirando su vestido viejo. -No me parece justo que algunas muchachas tengan tantas cosas bonitas, y otras nada -añadió la pequeña Amy con gesto displicente. -Tendremos a papá y a mamá y a nosotras mismas dijo Beth alegremente desde su rincón. Las cuatro caras jóvenes, sobre las cuales se reflejaba la luz del fuego de la chimenea, se iluminaron al oír las animosas palabras; pero volvieron a ensombrecerse cuando Jo dijo tristemente: -No tenemos aquí a papá, ni lo tendremos por mucho tiempo. No dijo "tal vez nunca", pero cada una lo añadió silenciosamente para sí, pensando en el padre, tan lejos, donde se hacía la guerra civil.

Louisa May Alcott

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Silencio.


“Escúchame -dijo el Demonio, apoyando la mano en mi cabeza-. La región de que hablo es una lúgubre región en Libia, a orillas del río Zaire. Y allá no hay ni calma ni silencio.

Las aguas del río están teñidas de un matiz azafranado y enfermizo, y no fluyen hacia el mar, sino que palpitan por siempre bajo el ojo purpúreo del sol, con un movimiento tumultuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, a ambos lados del legamoso lecho del río, se tiende un pálido desierto de gigantescos nenúfares. Suspiran entre sí en esa soledad y tienden hacia el cielo sus largos y pálidos cuellos, mientras inclinan a un lado y otro sus cabezas sempiternas. Y un rumor indistinto se levanta de ellos, como el correr del agua subterránea. Y suspiran entre sí.

Pero su reino tiene un límite, el límite de la oscura, horrible, majestuosa floresta. Allí, como las olas en las Hébridas, la maleza se agita continuamente. Pero ningún viento surca el cielo. Y los altos árboles primitivos oscilan eternamente de un lado a otro con un potente resonar. Y de sus altas copas se filtran, gota a gota, rocíos eternos. Y en sus raíces se retuercen, en un inquieto sueño, extrañas flores venenosas. Y en lo alto, con un agudo sonido susurrante, las nubes grises corren por siempre hacia el oeste, hasta rodar en cataratas sobre las ígneas paredes del horizonte. Pero ningún viento surca el cielo. Y en las orillas del río Zaire no hay ni calma ni silencio.

Era de noche y llovía, y al caer era lluvia, pero después de caída era sangre. Y yo estaba en la marisma entre los altos nenúfares, y la lluvia caía en mi cabeza, y los nenúfares suspiraban entre sí en la solemnidad de su desolación.

Y de improviso levantose la luna a través de la fina niebla espectral y su color era carmesí. Y mis ojos se posaron en una enorme roca gris que se alzaba a la orilla del río, iluminada por la luz de la luna. Y la roca era gris, y espectral, y alta; y la roca era gris. En su faz había caracteres grabados en la piedra, y yo anduve por la marisma de nenúfares hasta acercarme a la orilla, para leer los caracteres en la piedra. Pero no pude descifrarlos. Y me volvía a la marisma cuando la luna brilló con un rojo más intenso, y al volverme y mirar otra vez hacia la roca y los caracteres vi que los caracteres decían DESOLACIÓN.

Y miré hacia arriba y en lo alto de la roca había un hombre, y me oculté entre los nenúfares para observar lo que hacía aquel hombre. Y el hombre era alto y majestuoso y estaba cubierto desde los hombros a los pies con la toga de la antigua Roma. Y su silueta era indistinta, pero sus facciones eran las facciones de una deidad, porque el palio de la noche, y la luna, y la niebla, y el rocío, habían dejado al descubierto las facciones de su cara. Y su frente era alta y pensativa, y sus ojos brillaban de preocupación; y en las escasas arrugas de sus mejillas leí las fábulas de la tristeza, del cansancio, del disgusto de la humanidad, y el anhelo de estar solo.

Y el hombre se sentó en la roca, apoyó la cabeza en la mano y contempló la desolación. Miró los inquietos matorrales, y los altos árboles primitivos, y más arriba el susurrante cielo, y la luna carmesí. Y yo me mantuve al abrigo de los nenúfares, observando las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad, pero la noche transcurría, y él continuaba sentado en la roca.

Y el hombre distrajo su atención del cielo y miró hacia el melancólico río Zaire y las amarillas, siniestras aguas y las pálidas legiones de nenúfares. Y el hombre escuchó los suspiros de los nenúfares y el murmullo que nacía de ellos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.

Entonces me sumí en las profundidades de la marisma, vadeando a través de la soledad de los nenúfares, y llamé a los hipopótamos que moran entre los pantanos en las profundidades de la marisma. Y los hipopótamos oyeron mi llamada y vinieron con los behemot al pie de la roca y rugieron sonora y terriblemente bajo la luna. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado en la roca.

Entonces maldije los elementos con la maldición del tumulto, y una espantosa tempestad se congregó en el cielo, donde antes no había viento. Y el cielo se tornó lívido con la violencia de la tempestad, y la lluvia azotó la cabeza del hombre, y las aguas del río se desbordaron, y el río atormentado se cubría de espuma, y los nenúfares alzaban clamores, y la floresta se desmoronaba ante el viento, y rodaba el trueno, y caía el rayo, y la roca vacilaba en sus cimientos. Y yo me mantenía oculto y observaba las acciones de aquel hombre. Y el hombre tembló en la soledad; pero la noche transcurría y él continuaba sentado.

Entonces me encolericé y maldije, con la maldición del silencio, el río y los nenúfares y el viento y la floresta y el cielo y el trueno y los suspiros de los nenúfares. Y quedaron malditos y se callaron. Y la luna cesó de trepar hacia el cielo, y el trueno murió, y el rayo no tuvo ya luz, y las nubes se suspendieron inmóviles, y las aguas bajaron a su nivel y se estacionaron, y los árboles dejaron de balancearse, y los nenúfares ya no suspiraron y no se oyó más el murmullo que nacía de ellos, ni la menor sombra de sonido en todo el vasto desierto ilimitado. Y miré los caracteres de la roca, y habían cambiado; y los caracteres decían: SILENCIO.

Y mis ojos cayeron sobre el rostro de aquel hombre, y su rostro estaba pálido. Y bruscamente alzó la cabeza, que apoyaba en la mano y, poniéndose de pie en la roca, escuchó. Pero no se oía ninguna voz en todo el vasto desierto ilimitado, y los caracteres sobre la roca decían: SILENCIO. Y el hombre se estremeció y, desviando el rostro, huyó a toda carrera, al punto que cesé de verlo.

Pues bien, hay muy hermosos relatos en los libros de los Magos, en los melancólicos libros de los Magos, encuadernados en hierro. Allí, digo, hay admirables historias del cielo y de la tierra, y del potente mar, y de los Genios que gobiernan el mar, y la tierra, y el majestuoso cielo. También había mucho saber en las palabras que pronunciaban las Sibilas, y santas, santas cosas fueron oídas antaño por las sombrías hojas que temblaban en torno a Dodona. Pero, tan cierto como que Alá vive, digo que la fábula que me contó el Demonio, que se sentaba a mi lado a la sombra de la tumba, es la más asombrosa de todas. Y cuando el Demonio concluyó su historia, se dejó caer, en la cavidad de la tumba y rió. Y yo no pude reírme con él, y me maldijo porque no reía. Y el lince que eternamente mora en la tumba salió de ella y se tendió a los pies del Demonio, y lo miró fijamente a la cara”.

Edgard Allan Poe

lunes, 17 de diciembre de 2012

El camino (fragmento)



“-Mochuelo, ¿es posible que si cae una estrella de ésas no llegue nunca al fondo?
Daniel, el Mochuelo, miró a su amigo, sin comprenderle. 
-No sé lo que me quieres decir –
 respondió. 
El Moñigo luchaba con su deficiencia de expresión. Accionó repetidamente con las manos, y, al fin, dijo:
-Las estrellas están en el aire, ¿no es eso?
-Eso. 
-Y la Tierra está en el aire como otra estrella, ¿verdad? – añadió. 
-Sí; al menos eso dice el maestro. 
-Bueno, pues es lo que te digo. Si una estrella se cae y no choca con la Tierra ni con otra estrella, ¿no llega nunca al fondo? ¿Es que ese aire que las rodea no se acaba nunca?
Daniel, el Mochuelo, se quedó pensativo un instante. Empezaba a dominarle también a él un indefinible desasosiego cósmico. La voz surgió de su garganta indecisa y aguda como un lamento. 
-Moñigo. 
-¿Qué?
-No me hagas esas preguntas; me mareo. 
-¿Te mareas o te asustas?
-Puede que las dos cosas – admitió. 
Rió, entrecortadamente, el Moñigo. 
-Voy a decirte una cosa –dijo luego. 
-¿Qué?
-También a mí me dan miedo las estrellas y todas esas cosas que no se abarcan o no se acaban nunca. Pero no se lo digas a nadie, ¿oyes? Por nada del mundo querría que se enterase de ello mi hermana Sara.”

Miguel delibes

El tiempo entre Costuras.


Nuestros destinos pudieron ser éstos o pudieron ser otros del todo distintos porque lo que de nosotros fue en ningún sitio quedó recogido. Tal vez ni siquiera llegamos a existir.
O quizá sí lo hicimos, pero nadie percibió nuestra presencia.
Al fin y al cabo, nos mantuvimos siempre en el envés de la historia, activamente invisibles en aquel tiempo que vivimos entre costuras.

María Dueñas

No aceptes lo habitual como cosa natural. 
Porque en tiempos de desorden,
de confusión organizada,
de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural.

Bertlolt Brecht

Los hombres me han llamado loco.


Vengo de una raza notable por la fuerza de la imaginación y el ardor de las pasiones. Los hombres me han llamado loco; pero todavía no se ha resuelto la cuestión de si la locura es o no la forma más elevada de la inteligencia, si mucho de lo glorioso, si todo lo profundo, no surgen de una enfermedad del pensamiento, de estados de ánimo exaltados a expensas del intelecto general. Aquellos que sueñan de día conocen muchas cosas que escapan a los que sueñan sólo de noche.

Edgar Allan Poe

viernes, 7 de diciembre de 2012

jueves, 6 de diciembre de 2012

Humano, demasiado humano.


" Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de destino pues no lo hay. Mirará, sin embargo, con ojos bien abiertos todo lo que pase realmente en el mundo; asimismo, no deberá atar a nada en particular el corazón con demasiada fuerza: es preciso que tenga también algo del vagabundo al que agrada cambiar de paisaje. Sin duda ese hombre pasará malas noches, en las que, cansado como estará, hallará cerrada la puerta de la ciudad que había de darle cobijo; tal vez incluso como en oriente, el desierto llegue hasta esa puerta, los animales de presa dejen oír sus aullidos tan pronto lejos como cerca, se levante un fuerte viento, y unos ladrones le roben sus acémilas. Quizá entonces la terrible noche será para él otro desierto cayendo en el desierto y su corazón se sentirá cansado de viajar. Y cuando se eleve el sol de la mañana, ardiente como un airado dios, y se abra la ciudad, puede que vea en los ojos de sus habitantes más desierto, más suciedad, mas bellaquería y más inseguridad aún que ante su puerta, por lo que el día será para él casi peor que la noche. Es posible que a veces sea así la suerte de este caminante. Pero pronto llegan, en compensación, las deliciosas mañanas de otras comarcas y de otras jornadas, en las que desde los primeros resplandores del alba, ve pasar entre la niebla de la montaña a los coros de las musas que le rozan al danzar; más tarde sereno, en el equilibrio del alma de la mañana antes del mediodía y mientras se pasee bajo los árboles, verá caer a sus pies desde sus copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de la mañana temprana, piensan qué es lo que puede dar al día, entre la décima y la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana. "

F. Nietzsche

El amor, las mujeres y la muerte (extracto)


“Inspira tal horror el egoísmo, que hemos inventado la urbanidad para ocultarlo como una parte vergonzosa. Pero sobresale a través de todos los velos y se denuncia en todo encuentro, donde instintivamente nos esforzamos por utilizar cada nuevo conocimiento para servirnos en uno de nuestros innumerables proyectos.
Siempre es nuestra primera idea saber si tal hombre puede sernos útil para alguna cosa. Si no nos puede servir, ya no tiene ningún valor… Y tanto sospechamos ese mismo sentimiento en los demás, que si nos acontece pedir un consejo o un informe, perdemos toda la confianza en lo que se nos dice, a poco que supongamos que hay en ello algún interés.
Al punto pensamos que nuestro consejero quiere valerse de nosotros como instrumento suyo, y atribuimos su parecer, más que a la prudencia de su razón, a sus intenciones secretas, por grande que sea la primera, por débiles y lejanas que fuesen las segundas”.

Arthur Schopenhauer

domingo, 25 de noviembre de 2012

El tambor de hojalata (Günter Grass)


" Pues sí: soy huésped de un sanatorio. Mi enfermero me observa, casi no me quita la vista de encima; porque en la puerta hay una mirilla; y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que no puede penetrar en mí, de ojos azules. Por eso mi enfermero no puede ser mi enemigo. Le he cobrado afecto; cuando entra en mi cuarto, le cuento al mirón de detrás de la puerta anécdotas de mi vida, para que a pesar de la mirilla me vaya conociendo. El buen hombre parece apreciar mis relatos, pues apenas acabo de soltarle algún embuste, él para darse a su vez a conocer, me muestra su última creación cordel anudado. Que sea o no un artista, eso es aparte. Pero pienso que una exposición de sus obras encontraría buena acogida en la prensa, y hasta le atraería algún comprador. Anuda los cordeles que recoge y desenreda después de las horas de visita en los cuartos de sus pacientes; hace con ellos unas figuras horripilantes y cartilaginosas, las sumerge luego en yeso, deja que se solidifiquen y las atraviesa con agujas de tejer que clava a unas penas de madera. Con frecuencia le tienta la idea de colorear sus obras. Pero yo trato de disuadirlo: le muestro mi cama metálica esmaltada en blanco y lo invito a imaginársela pintarrajeada en varios colores. Horrorizado, se lleva sus manos de enfermero a la cabeza, trata de imprimir a su rostro algo rígido la expresión de todos los pavores reunidos, y abandona sus proyectos colorísticos. Mi cama metálica esmaltada en blanco sirve así de término de comparación. Y para mí es todavía más: mi cama es la meta finalmente alcanzada, es mi consuelo, y hasta podría ser mi credo si la dirección del establecimiento consintiera en hacerle algunos cambios: quisiera que le subieran un poco más la barandilla, para evitar definitivamente que nadie se me acerque demasiado. Una vez por semana, el día de visita viene a interrumpir el silencio que tejo entre los barrotes de metal blanco. Vienen entonces los que se empeñan en salvarme, los que encuentran divertido quererme, los que en mí quisieran apreciarse, restarse y conocerse a sí mismos. Tan ciegos, nerviosos y mal educados que son. Con sus tijeras de uñas raspan los barrotes esmaltados en blanco de mi cama, con sus bolígrafos o con sus lapiceros azules garrapatean en el esmalte unos indecentes monigotes alargados. Cada vez que con su ¡hola! atronador irrumpe en el cuarto, mi abogado planta invariablemente su sombrero de nylon en el poste izquierdo del pie de mi cama. Mientras dura su visita --y los abogados tienen siempre mucho que contar-- este acto de violencia me priva de mi equilibrio y mi serenidad. Luego de haber depositado sus regalos sobre la mesita de noche tapizada de tela blanca encerada, debajo de la acuarela de las anémonas, luego de haber logrado exponerme en detalle sus proyectos de salvación, presentes o futuros, y de haberme convencido a mí, al que infatigablemente se empeñan en salvar, del elevado nivel de su amor al prójimo mis visitantes acaban por contentarse de nuevo con su propia existencia y se van. Entonces entra mi enfermero para airear el cuarto y recoger los cordeles con que venían atados los paquetes. A menudo, después de ventilar, aún halla la manera, sentado junto a mi cama y desenredando cordeles, de quedarse y derramar un silencio tan prolongado, que acabo por confundir a Bruno con el silencio y al silencio con Bruno. Bruno Münsterberg --éste es, hablando ahora en serio, el nombre de mi enfermero-- compró para mí quinientas hojas de papel de escribir. Si esta provisión resultara insuficiente, Bruno, que es soltero, sin hijos y natural de Sauerland, volverá a ir a la pequeña papelería, en la que también venden juguetes, y me procurará el papel sin rayas necesario para el despliegue exacto, así lo espero, de mi capacidad de recuerdo. Semejante servicio nunca habría podido solicitarlo de mis visitantes, de mi abogado o de Klepp, por ejemplo. Sin la menor duda, el afecto solicito hacia mi persona había impedido a mis amigos traerme algo tan peligroso como es el papel en blanco y ponerlo a disposición de las sílabas que incesantemente segrega mi espíritu. 
(...)
¿Qué más diré? Nací bajo bombillas, interrumpí deliberadamente el crecimiento a los tres años, recibí un tambor, rompí vidrio con la voz, olfateé vainilla, tosí en iglesias, nutrí a Lucía, observé hormigas, decidí crecer, enterré el tambor, huí a Occidente, perdí el Oriente, aprendí el oficio de marmolista, posé como modelo, volví al tambor e inspeccioné cemento, gané dinero y guardé un dedo, regalé el dedo y huí riendo; ascendí, fui detenido, condenado, internado, saldré absuelto; y hoy celebro mi trigésimo aniversario y me sigue asustando la Bruja Negra. "Amén". Deje caer el cigarrillo apagado. Fue a parar a las planchas de la escalera eléctrica. Después de haber ascendido por algún tiempo en dirección del cielo en un ángulo de pendiente de cuarenta y cinco grados. "

Carta de Arthur Rimbaud a Paul Verlaine.


Regresa, regresa, mi querido amigo, mi único amigo, regresa. Te juro que seré bueno. Si me he mostrado desagradable contigo, fue tan sólo una broma; me cegué y me arrepiento de ello más de lo que te puedes imaginar. Vuelve, porque cuando regreses todo estará totalmente olvidado. ¡Qué desgracia que hayas tomado en serio esta broma!
No paro de llorar hace dos días. Vuelve. Sé valiente, querido amigo. Nada está perdido todavía. Sólo tienes que emprender el viaje de vuelta. Viviremos aquí, nuevamente, valientemente, pacientemente.
Te lo suplico. Además es por tu bien. Vuelve, encontrarás aquí todas tus cosas. Espero que no tengas duda alguna ahora, de que no discutía en serio. Qué suceso y situación más desagradables.
¿Por qué cuando te hacía señas para que bajaras del barco no lo viniste?
¿Hemos vivido juntos durante dos años para llegar a esto? ¿Qué vas a hacer? Si no quieres volver aquí ¿quieres que vaya yo a tu encuentro dónde tú estés?
Sé que yo tengo la culpa. No me olvidarás ¿verdad?
No, tú no puedes olvidarme.
Yo te tengo aquí siempre.
Di, contesta a tu amigo ¿acaso no volveremos a vivir juntos los dos?
Contéstame pronto.
No puedo quedarme aquí por más tiempo.
Escucha únicamente lo que dicte tu corazón.
Dime pronto si tengo que reunirme contigo.


Tuyo, para toda la vida.

Rimbaud

P.d.: Si no puedo volver a verte, me alistaré en el ejército o en la marina.
Regresa; no para de llorar a cada momento, iré, dímelo, ponme un telegrama. Tengo que irme el lunes por la tarde. ¿Dónde irás? ¿Qué quieres hacer?.

Carta de Beethoven a una niña.

(Emilia, una niña de 8 años, había escrito en secreto al genio para decirle que su música la hacía feliz. Con la carta, también le envió una cartera, que ella misma había hecho.Esta es la contestación de Beethoven)

Toeplitz, 17 de Julio de 1812.

¡Mi querida y buena Emilia, mi querida Emilia!:

Mi respuesta a tu carta llega tarde; un cúmulo de ocupaciones y mi persistente indisposición me excusan. Mi presencia aquí para el restablecimiento de mi salud prueba la veracidad de mis excusas. -No arranques a Haendel, Haydn y Mozart su corona de laurel; les pertenece a ellos y no a mí todavía-. Guardo tu billetera entre otras señales de la estima que me han demostrado otras personas, y que todavía no merezco.

Continúa, no ejercites tan sólo tu arte, sino penetra en su intimidad; él lo merece, pues sólo el arte y la ciencia elevan al hombre hasta la divinidad. Si alguna vez deseas alguna cosa, mi querida Emilia, escríbeme con toda confianza. El verdadero artista no tiene orgullo; bien sabe que el arte no tiene límites; siente oscuramente hasta qué punto está alejado de su objetivo, y mientras otros, puede ser, le admiran, deplora no haber llegado todavía ahí donde su genio mejor brilla para él como un sol lejano.

Posiblemente iría gustoso a tu casa, con los tuyos, que a las casas de muchos ricos en las que se adivina la pobreza de su espíritu. Si voy alguna vez a Hamburgo, iré a tu casa con los tuyos. No reconozco en ningún hombre otro signo de superioridad más que la bondad. -Ahí donde la encuentro, ahí está mi hogar-.

Si quieres escribirme, querida Emilia, dirige tu carta aquí, donde pasaré algunas semanas todavía, o bien a Viena; es lo mismo. Considérame como tu amigo y el de tu familia.

Ludwig van Beethoven

lunes, 5 de noviembre de 2012

Lasitud.


Encantadora mía, ten dulzura, dulzura...
calma un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional;
la amante, a veces, debe tener una hora pura
y amarnos con un suave cariño fraternal.

Sé lánguida, acaricia con tu mano mimosa;
yo prefiero al espasmo de la hora violenta
el suspiro y la ingenua mirada luminosa
y una boca que me sepa besar aunque me mienta.

Dices que se desborda tu loco corazón
y que grita en tu sangre la más loca pasión;
deja que clarinee la fiera voluptuosa.

En mi pecho reclina tu cabeza galana;
júrame dulces cosas que olvidarás mañana
Y hasta el alba lloremos, mi pequeña fogosa. 

Paul Verlaine

Canción de primavera.


En la soleada primavera de marzo y abril,
Cuando el agua y la hierba son
Del mismo color, conocí a un joven que
Andaba, indolente, por el camino.
Cuánto siento no haberlo conocido antes.

En la soleada primavera de marzo y abril,
Cuando el agua y la hierba son
Del mismo color, alzo la mano y cojo
Flores de las enredaderas. Su
Perfume es como el aliento de mi amor.

Llevo cuatro años, cinco ya, esperándote.
Durante esta larga espera mi amor
Se ha vuelto pena. Ojalá pudiésemos
Marcharnos, volver a algún lugar
Solitario, donde pudiera entregar mi
Cuerpo por entero a tus abrazos.
   
Mêng Chu

En el lago que se derretía.


He soñado con caminar por olas de hielo.
He soñado con el azul encerrado.
¿Vamos?

Una lata con una lengua de hielo dentro.
Una lata que rueda por el blanco agrietado:
Ahí arrojé una cadencia rota.

Un sol reluciente mezclaba
Su calor con la nieve.
Tú me dijiste:
-   No es una larga serpiente azul,
Sino la señal de un lago que se derrite.
No tardaremos en oír su crujir.

Chung Ling

La luvia.


Es la mañana. Cae la lluvia. El agua invade los campos y cubre las plantaciones de arroz. Las aves hambrientas cantan en los morales.

Es la tarde. Cae la lluvia. Los jóvenes ricos se juntan a beber. El vino es tan fuerte que temen morir de embriaguez.

La lluvia no para. Por la voluntad celeste, allá entre los ricos el estío parece un otoño. El agua, deslizándose por las cornisas, refresca los salones. Ya se recurre a las pieles livianas.

La lluvia arrecia. Los pobres se encierran en sus chozas y se acuestan antes de la caída de la tarde. Después de tres días nada han comido. Pero nadie se detiene en su puerta.

Wu Chin Tsi

Parte las aguas la afilada proa...


Parte las aguas la afilada proa,
El barco tiene cien pies de largo.
Un viento fresco infla la vela,
A lo lejos se pone el sol.
El vino que bebíamos al despedirnos
Aún está ahí, pero tú ya te fuiste.
Pienso en ti y ya no te encuentro
Tristemente contemplo el agua azul.


Li Po

sábado, 27 de octubre de 2012

Yo pregunto...


“Yo le pregunto a los economistas, políticos y a los moralistas, si ya han calculado el número de individuos que es necesario condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmoralización, a la infamia, a la ignorancia crapulosa, a la ignorancia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico.”

João de Almeida Garrett (Portugal, 1799-1854)

Leonardo da Vinci.

Reprende al amigo en secreto y alábalo en público. Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no lo apartéis de vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en desiertos o cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestras insidias; miradlos como a dioses terrestres, merecedores de estatuas y simulacros. 

Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si ésta es desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el alma. 

La pintura es una poesía que se ve sin oírla; y la poesía es una pintura que se oye y no se ve; son, pues, estas dos poesías o, si lo prefieres, dos pinturas, que utilizan dos sentidos diferentes para llegar a nuestra inteligencia. Porque si una y otra son pintura, pasarán al común sentido a través del sentido más noble que es el ojo; y si una y otra son poesía, habrán de pasar por el sentido menos noble, es decir, el oído

Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el quedar insensibles a la utilidad y belleza del universo. 

El buen juicio nace de la buena inteligencia y la buena inteligencia deriva de la razón, sacada de las buenas reglas; y las buenas reglas son hijas de la buena experiencia: madre común de todas las ciencias y las artes. 

Nada nos engaña tanto como nuestro propio juicio. 

Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte. 

Aquel que más posee, más miedo tiene de perderlo. 

Cuando la fortuna viene, tómala a mansalva y por delante, pues por detrás es calva. 

Donde hay más sensibilidad, allí es más fuerte el martirio. 

El que no valora la vida no se la merece. 

El ojo recibe de la belleza pintada el mismo placer que de la belleza real. 

He ofendido a Dios y a la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido. 

La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega. 

La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte. 

La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte halles algo que aprender. 

La ciencia más útil es aquella cuyo fruto es el más comunicable. 

La rebeldía es hija de la experiencia. 

Los que se enamoran de la práctica sin la teoría son como los pilotos sin timón ni brújula, que nunca podrán saber a dónde van. 

Mediocre alumno el que no sobrepasa a su maestro. 

Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he aprendido cómo morir. 

No se puede poseer mayor gobierno, ni menor, que el de uno mismo. 

Nuestras mayores tonterías pueden ser muy sabias. 

Si una persona es perseverante, aunque sea dura de entendimiento, se hará inteligente; y aunque sea débil se transformará en fuerte. 

Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos. 

Son vanas y están plagadas de errores las ciencias que no han nacido del experimento, madre de toda certidumbre. 

Seguramente, el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos. 

La verdad es de tal excelencia que, cuando elogia pequeñas cosas, las ennoblece. 

La proporción entre la obra humana y la naturaleza es la misma que media entre el hombre y dios. 

La sabiduría es hija de la experiencia. 

La adquisición de cualquier conocimiento es siempre útil al intelecto, que sabrá descartar lo malo y conservar lo bueno. 
Es imposible amar algo ni odiar algo, sin empezar por conocerlo. 
¡oh, miseria humana, a cuántas cosas te sometes por el dinero! 
Un vaso de arcilla cruda, si se rompe puede repararse, pero no el de arcilla cocida. 
Pide consejo al que sabe corregirse a sí mismo. 
El mal que no me perjudica es como el bien que no me aprovecha. 
No reneguemos del pasado. 
Las amenazas sólo son armas para el amenazado. 
El que pretende enriquecerse en un día, se verá apremiado durante un año. 
He aquí una cosa que cuanto más se necesita menos se estima: el consejo. 
La justicia requiere poder, inteligencia y voluntad, y se asemeja al águila. 
Se expone a daños quien se gobierna por el consejo de los jóvenes. 
Donde entra la ventura, la envidia le pone asedio y la combate. Cuándo nos abandona, nos deja el dolor y el arrepentimiento. 
Quien no estima la vida no la merece. 
Cosa bella mortal pasa y no dura. 
La hiedra tiene larga vida. 
Las palabras que no satisfagan al oyente, le causan fastidio y disgusto; ello se manifiesta generalmente por copiosos bostezos. Cuando hables, pues, a hombres cuya benevolencia quieres captarte, si observas en ella tales muestras de aburrimiento, abrevia tu discurso o cambia de terna; si no lo haces, recogerás en vez de la benevolencia que deseas, odio y enemistad. 
La práctica debe siempre ser edificada sobre la buena teoría. 
Todo nuestro conocimiento nos viene de las sensaciones. 

Así, el estudio sin voluntad malogra la memoria, que no retiene entonces nada de lo que toma. 
Como el hierro, por falta de ejercicio, se cubre de herrumbre, y el agua se corrompe o se hiela por la misma causa, así el ingenio, sin ejercicio, se deteriora. 
La ciencia instrumental o de las máquinas, es nobilísima, y útil más que todas las otras; por su mediación todos los cuerpos animados, capaces de movimiento, realizan sus operaciones. Esos movimientos nacen del centro de gravedad colocado entre pesos desiguales, y estos cuerpos poseen pobreza o riqueza de músculos y palancas y contrapalancas. 
La mecánica es el paraíso de las ciencias matemáticas, porque con ella se alcanza el fruto matemático. 
Cada instrumento (o medio) debe adaptarse a la experiencia. 
Todos los elementos, cuando están fuera de su sitio natural, desean volver a él, principalmente el fuego, el agua y la tierra. 
Toda acción natural está realizada por la naturaleza misma del modo y en el tiempo más breve posible. Ninguna acción natural puede abreviarse, pues la naturaleza la genera del modo más breve posible. 
La necesidad es maestra y tutora de la naturaleza. Es su tema y la fuente de sus invenciones, su freno y su regla perpetua. 
El agua es el vehículo de la naturaleza. 
El agua que tocas en la superficie de un río, es la última de la que pasó y la primera de la que viene: así el instante presente. 
Una ciencia es tanto más útil cuanto más universalmente pueden comprenderse sus producciones; y, al contrario, lo serán menos en la medida en que éstas sean menos comunicables. 

Apenas nace la virtud, cuando ya genera contra sí la envidia, pues antes verás un cuerpo sin sombra que la virtud sin la envidia. 
Quien no castiga el mal, ordena que se haga. 
Todo lo que hay de bello en el hombre pasa y no dura. 
¿No ves tú que, entre las humanas bellezas, un bellísimo rostro detiene a los transeúntes mejor que las riquezas que lo encuadran? 
Las espadas y lanzas por sí mismas son inofensivas; el que por sí mismo es apacible y sin maldad alguna, se volverá feroz y terrible a causa de las malas compañías. 
La pintura es una poesía muda y la poesía una pintura ciega, y una y otra van imitando la naturaleza en cuanto les sea posible. 
Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz. 
El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una pequeña certeza que un gran engaño. 
Muchas personas, después de haber encontrado el bien, buscan todavía, y encuentran el mal. 
Comer con desgana convierte el alimento en repulsivo manjar. 
Ninguna certeza existe allí donde no puede aplicarse alguna de las ciencias matemáticas o de las que están unidas con ellas. 
Huye de los preceptos de los especuladores cuyas razones no están confirmadas por la experiencia. 
Quien condena la pintura, condena la naturaleza, puesto que las obras del pintor representan las obras de la naturaleza. El que así blasfema carece, pues, de sentimiento. 
Llegará un día en que los hombres como yo, verán el asesinato de un animal como ahora ven el de un hombre. 
Quien piensa poco, se equivoca mucho. 
¿No ves tú que el tesoro no honra a su acumulador, después de su vida, como hace la ciencia, que atestigua y proclama a su creador, porque es hija de quien la genera y no hijastra como la pecunia? 
Los hombres correrán tras la cosa que más temen, es decir, que serán miserables por temor a la miseria. 
No debemos desear lo imposible. 
Donde hay vida hay calor; donde hay calor vital hay movimiento de humores. 
No hay cosa que nos engañe más que nuestro juicio. 
El renombre del rico termina con su vida; se recuerda el tesoro, pero no al atesorador. Muy otra es la gloria de la virtud de los mortales que la de sus tesoros. 
Mal haces si alabas, y peor si reprendes una cosa que no entiendes bien. 
Pero vanas y llenas de errores me parecen aquellas ciencias que no nacen de la experiencia, madre de toda certidumbre, ni terminan en una noción experimental; es decir, tales que, ni su origen ni su medio, ni su fin pasan por ninguno de los cinco sentidos. 
La desigualdad es el origen de todos los movimientos locales. 
He aquí una cosa que rechazamos cuanto más la necesitamos: el consejo. De mala gana lo escucha quien más lo necesitaría, a saber: el ignorante. 
No siempre es bueno lo que es bello... Ejemplo de este error dan los que hablan con elegancia, pero sin doctrina. 
Y si quieres saber lo que a uno deleita, sin necesidad de que te lo diga, háblale de diversos asuntos, y cuando lo observes escuchando atento, sin bostezos ni fruncimiento de cejas, ni otros signos semejantes, puedes estar seguro de que la cosa de que hablas es la que le deleita. 
El que se enamora de la práctica sin ciencia, es como el marino que sube al navío sin timón ni brújula, sin saber con certeza hacia dónde va. 
Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para la calidad de los miembros, las fisonomías de todos los hombres serían semejantes, y no sería posible distinguirlas unas de otras; pero ella ha variado de tal modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla general para la proporción, no ha seguido ninguna para la calidad; de manera que es fácil reconocer cada semblante.

Por falta de palabras.


Una bella mañana de abril, por una estrecha callejuela de Harajuku, el barrio de moda, pasé junto a la chica 100% perfecta. A decir verdad, no es tan bonita. No se destaca de ninguna forma. Su ropa no es nada especial. Su cabello está todavía despeinado de recién haberse levantado. Tampoco es joven, - debe estar cerca de los treinta, no está ni cerca a ser una "chica” propiamente dicha. Aún así, lo sé a cincuenta yardas de distancia: es la chica 100% perfecta para mí. Del momento que la ví, está este estruendo en mi pecho, y mi boca está tan seca como un desierto.Quizás tengas tu propio y particular tipo de chica favorita - una de tobillos delgados, digamos, o de ojos grandes o dedos bonitos, o te gustan, por ningun motivo en especial, las chicas que se toman su tiempo al comer. Yo tengo mis preferencias, claro. A veces en un restaurant me sorprendo a mí mismo observando a la chica de al lado porque me gusta la forma de su nariz.Pero nadie puede empeñarse en decir que su chica 100% perfecta corresponde a algún tipo preconcebido. A pesar de que me gustan tanto las narices, no puedo recordar la forma de la suya - o siquiera si tenía una. Todo lo que puedo recordar con seguridad es que no era una gran belleza. Esto es raro.“Ayer en la calle pasé junto a la chica 100%”, le conté a alguien.--“¿Sí?”-- dijo. --“¿Bonita?”“En realidad, no”--“Tu tipo favorito, ¿entonces?”“No lo sé. Al parecer no puedo recordar nada de ella - la forma de sus ojos o el tamaño de sus pechos.”--“Extraño.”“Sí. Extraño.”--“Bueno, de todos modos,”-- dijo, empezando a aburrirse ---“¿qué hiciste? ¿le hablaste? ¿la seguiste?”“Nada. Sólo pasar junto a ella en la calle.”Ella está pasando de este a oeste, y yo de oeste a este. Es en verdad una bella mañana de abril.Desearía poder hablar con ella. Media hora sería suficiente: solo preguntarle acerca de ella, contarle acerca de mí, y - lo que realmente me gustaría hacer - explicarle las complejidades del destino que nos llevó a pasar uno junto al otro en una calleja de Harajuku una bella mañana de abril en 1981. Seguramente estaría llena por completo de cálidos secretos, como un reloj antiguo construido cuando la paz llenó el mundo.Después de hablar, almorzaríamos en algún lado, talvez veríamos una película de Woody Allen, nos detendríamos en el bar de un hotel por cocktails. Con un poco de suerte, terminaríamos en la cama.La potencialidad toca a la puerta de mi corazón.Ahora la distancia entre nosotros ha disminuido a quince yardas.¿Cómo puedo abordarla? ¿Qué debería decir?“Buenos dias señorita. Cree usted que podría concederme media hora para una pequeña conversación?”Ridículo. Suena como a un vendedor de seguros.“Disculpe, ¿sabe usted si hay alguna lavandería de turno en el vecindario?”No, esto también es ridículo. No estoy llevando nada para lavar, para empezar. Quien se creería un cuento como ese?Tal vez la simple verdad lo logre: “Buenos dias. Eres la chica 100% perfecta para mí.”No. Ella no lo creería. O aunque lo hiciera, ella podría no querer hablar conmigo. --"Disculpa"--, ella podría decir, --"yo puedo ser la chica 100% perfecta para tí, pero tú no eres el chico 100% para mí"--. Podría pasar. Y de encontrarme en esa situación, probablemente me derrumbaría. Nunca me recuperaría del golpe. Tengo treinta y dos, y de esto se trata el hacerse viejo.Pasamos frente a una florería. Una pequeña, cálida masa de aire toca mi piel. El asfalto está húmedo y a mí llega el aroma de las rosas. No puedo decidirme a hablarle. Ella lleva un sueter blanco, y en su mano derecha lleva un delicado sobre blanco, con solo una estampilla. Entonces: ella le ha escrito una carta a alguien, tal vez se pasó toda la noche escribiendo, a juzgar por el cansancio en su mirada. El sobre podría contener todos y cada uno de los secretos que alguna vez guardó.Doy unos cuantos pasos más y me doy vuelta: Ella se ha perdido en la muchedumbre.Ahora claro, ya sé exáctamente lo que debería haberle dicho. Podría haber sido un largo discurso, aunque, aún más largo para mí el expresarlo adecuadamente. Las ideas que se me ocurren nunca son muy prácticas.O, bien: habría comenzado con un "Había una vez" y terminado con un "Una historia triste, no crees?"Había una vez un chico y una chica. El chico tenía dieciocho y la chica dieciseis. Él no era precísamente apuesto, y ella no era especialmente hermosa. Ellos eran solamente un chico solitario ordinario y una ordinaria chica solitaria, como todos los demás. pero ellos creían con todo el corazón que en algún lugar del mundo vivía el chico 100% perfecto y la chica 100% perfecta para ellos. Si, ellos creían en un milagro. Y ese milagro realmente sucedió.

Un dia los dos se llegaron a encontrar en la esquina de una calle."Esto es asombroso," dijo él. "Te he estado buscando toda mi vida. Puede que no creas esto, pero tú eres la chica 100% perfecta para mí.""Y tú," le dijo ella, "eres el chico 100% perfecto para mí, exáctamente como te había imaginado en cada detalle. Es como un sueño."Se sentaron en la banca de un parque, se tomaron de las manos, y se contaron sus historias hora tras hora. Ya no estaban solos. Habian encontrado y habían sido encontrados por su otro 100% perfecto. Que maravilloso es, encontrar y ser encontrado por tu otro 100% perfecto. Es un milagro, un milagro cósmico.Mientras se sentaban y hablaban, sin embargo, una pequeña, pequeñísima astilla de duda se incrustaba en sus corazones: ¿estaba realmente bien que los sueños de uno se hagan realidad tan fácilmente?Y entonces, cuando hubo un momento de pausa en su conversación, el chico le dijo a la chica, “Probémonos, solo una vez. Si realmente somos los amantes 100% perfectos uno del otro, entonces alguna vez, en algún lugar, sin duda nos volveremos a encontrar. Y cuando eso pase, y sepamos que somos 100% perfectos el uno para el otro, nos casaremos ahí mismo. ¿Qué te parece?”"Sí," dijo ella, "Eso es exáctamente lo que debemos hacer."Y así partieron, ella al este, y él al oeste.Sin embargo, la prueba a la que accedieron era completamente innecesaria. Nunca debieron tomarla, porque eran realmente los amantes 100% perfectos uno del otro, y había sido un milagro el que se hayan llegado a encontrar. Pero era imposible para ellos saber esto, jóvenes como eran. Las frias, indiferentes olas del destino procedieron a sacudirlos sin misericordia.Un invierno, ambos, el chico y la chica cayeron víctimas de la terrible gripe de la temporada, y después de haber estado debatiendose entre la vida y la muerte durante semanas, perdieron la memoria de sus años anteriores. Cuando se recuperaron, sus cabezas estaban tan vacías como la alcancía del joven D. H. Lawrence.Ellos eran sin embargo, dos brillantes y decididos jóvenes, y gracias a sus contínuos esfuerzos fueron capaces de obtener nuevamente el conocimiento y los sentimientos que los calificaron para volver como personas de bien a la sociedad. Gracias al cielo, se convirtieron verdaderamente en ciudadanos comunes que sabían como pasar de una linea de subterráneo a otra, que eran completamente capaces de enviar una carta por correo especial en la oficina postal. De hecho, llegaron a experimentar nuevamente el amor, a veces tanto como un 75% o hasta un amor al 85%.

El tiempo pasó con una rapidez pasmosa, y pronto el chico tenia 32, la chica 30.Una hermosa mañana de abril, en busca de una taza de café para empezar el dia, el chico estaba caminando de oeste a este, mientras que la chica, con la intención de enviar una carta por correo especial, iba caminando de este a oeste, pero por la misma estrecha calle en el vecindario de Harajuku en Tokio. Ellos pasaron uno junto al otro en el mismo centro de la calle. El destello mas debil de sus recuerdos perdidos brilló tenue por un instante en sus corazones. Cada uno sintió un estruendo en su pecho. Y ellos lo supieron:Ella es la chica 100% perfecta para mí.Él es el chico 100% perfecto para mí.Pero la luz de sus recuerdos era ya muy debil, y sus pensamientos ya no tenían la claridad de hace catorce años. Sin una palabra, pasaron uno junto al otro, desapareciendo entre la muchedumbre. Para siempre.

HARUKI MURAKAMI.

Carta de Hermann Hesse a su esposa Ninon (fragmento)


Zürich, abril de 1928.

Hoy he dado un pequeño paseo antes de comer, uno de esos comunes y ridículos paseos de ciudad, por el muelle y a lo largo de las instalaciones del lago de Zürich, hasta las jaulas de los pájaros, donde las aves multicolores pían y retozan, divertidas de que ningún hombre pueda adivinar sus nombres,escritos en las tablillas o carteles allí adosados de un modo que solo da origen a confusiones. A uno de ellos pude oírle cantar claramente: O wie gut, dass niemand weiss,dass ich "Blauer Astrild" heiss'! (Oh qué bien que nadie sepa que me llamo "Astrild azul'' ) Había allí unos pequeños pájaros de fábula, color azul claro e intenso, venidos de África, irisados como las pequeñas mariposas multicolores que pueblan en el estío las altas montañas y regalan sus visos tornasolados cuando se posan en el regato para beber o emprenden el vuelo en bandadas cuando se pasa junto a ellas. Ante estos pájaros pensé en ti porque sé que también te gustan y porque todos ellos han sido contemplados y amados por tus ojos claros y bondadosos.Lucía el sol, pero soplaba un frío cierzo; disfrutamos de una primavera para los ojos, no para la piel. Sin embargo ha sido un día feliz, en primer lugar por los pájaros y también porque esta mañana ha llegado muy escaso correo después...,imagínate: cuando paso por delante del Palacio de la Música, veo un cartel con el programa del concierto de esta tarde, y ¿qué dirás que anuncian? ¡La más hermosa de todas las sinfonías de Mozart, la preferida entre todas por mí, la sinfonía en sol menor, cuyo primer tiempo comienza con tan prodigioso y placentero gozo, mientras el segundo lo hace lleno de una misteriosa tensión! Es ya la tercera vez en lo que va de año que oigo esta obra, todas en distinto lugar,con diversos directores y diferentes orquestas; cada vez fue un hallazgo casual,hecho de paso y cada vez, también, una señal de felicidad.(1)

.Después del gran paseo por las orillas del lago, y ya en casa, di el pequeño paseo de los ojos a través de mi habitación, deambulé lentamente por el minúsculo jardín de cactus, estuve diez minutos en Méjico, entre los euforbios y me detuve un minuto ante nuestra Urania verdeoro, la mariposa mágica de Madagascar. Imagino que tú tendrás ocasión de ver todos los días, allá en París, muchas cosas hermosas; pero estoy seguro de que no pueden serlo más que nuestra Urania. Y con las mariposas también se puede hablar francés.Acaba de aparecer un nuevo libro mío, titulado "Crisis" . Tu ejemplar espera tu llegada en Tessino. Para mí, como siempre, llega demasiado tarde su aparición y ahora deberé escuchar reproches y alabanzas de mis amigos sobre cosas que fueron para mí actuales e importantes hace tres años y que hoy han dejado ya de serlo desde hace tiempo. Y esos amigos que hoy se muestran enojados contra el libro me dirán dentro de cinco o seis años (mientras vuelven a irritarse contra mí por mi última obra), que voy cada vez más cuesta abajo, y que debería hacer un esfuerzo y escribir nuevamente algo tan lindo como fue aquel viejo Crisis. .Pero esto no te interesa nada y sé que deseas conocer en qué trabajo actualmente. Pues sí, yo también desearía saberlo, pero es cosa que escapa a todas mis investigaciones. En cosas como estas no conviene ser demasiado curioso; por lo demás, me sucede que suelo despertarme por la noche, en medio de algún sueño olvidado, y entone creo saber con exactitud que ese sueño era precisar en la nueva obra que intento crear... Pero nunca sé más acerca de ella.Pese a todo, naturalmente, soy trabajador y aplicado. Si yo no fuese en el fondo un hombre harto laborioso, no se me hubiese ocurrido jamás la idea de elaborar cánticos de alabanza y teorías acerca del ocio. Los perezosos geniales, los perezosos natos, nunca han hecho cosa semejante, que yo sepa.De momento, esto es, desde anteayer, vuelvo a dedicar muchos ratos a mi cuaderno de dibujo. Tú sabes que este es mi trabajo predilecto y que por mi gusto dedicaría la mitad de mis jornadas a esta ocupación hermosa, juguetona y fantástica. Pero no hay tanta gente rica como se cree. Hoy día, cualquier muerto de hambre anda por el mundo tan elegante y atildado que se le podría tomar por un consejero de comercio; pero de todos los miles de personas que se hacen un traje cuatro o cinco veces al año, apenas media docena son lo bastante ricos y están de verdad tan acostumbrados a lo hermoso y delicado como para ocurrírseles no solo abonarse a un par de revistas o mantener en casa un papagayo o unos peces de adorno, sino también adquirir de un poeta poemas manuscritos por su autor e ilustrados con dibujos a todo color, hechos de propio puño por él mismo. No; muy pocos son los que tienen tales ideas. La mayoría de la gente rica no suele tener ni siquiera ideas.Pero he aquí que ha venido uno, un caballero extremadamente simpático, que había oído hablar de mis manuscritos y dibujos, y ha solicitado un cuaderno con doce poesías manuscritas y dibujos en color. Así, pues, durante unos días no soy un ocioso desocupado, sino un empleado favorecido con un pedido, y como tal me siento. Si no estuviese lleno hasta rebosar de este orgullo, si no me sintiese feliz por causa de este pedido, tampoco hubiese llegado a vivir los diversos sucesos dichosos de este día, ya que los tales solo acuden a quien tiene imán en el bolsillo. 

viernes, 26 de octubre de 2012

Carta de Hölderlin a un amigo.


"Ah, querido, en qué estado estaba mi alma después de haberme separado de ti; al principio maldije a todo el mundo, dije con Fiesco: querría satisfacer mi resentimiento inexorable, querría desgarrar con mis uñas el mundo entero para hacer un monstruo de él..., pero pronto se desvaneció el furor. Desapareció mi violento odio, al que siguió una aceptación serena hacia todos los hombres, olvidé todas las injurias que había sufrido por su sagacidad a causa de las faltas de los otros; sí, yo los menospreciaba por sus eternos caprichos, por su inagotable sed de oro; sí, lo olvidé, yo me parecía al león que contempla al ratón a sus pies sin herirle porque es demasiado grande para enfadarse con él.

Dejé esta tierra tan pequeña, emprendí el vuelo hacia las estrellas, pasando sobre cimas de montañas antes tan caras a mi corazón sangrante. No solamente los males de la tierra me parecían pequeños y poco importantes; incluso sus alegrías no eran para mí más que golosinas hechas para niños y no para Dioses, y el hombre es un dios si quiere serlo. Pero he aquí a los hombres que se abandonan a la desesperación, plenos de incredulidad en cuanto a la naturaleza humana y tan débiles, en fin... No, no quiero hablar más de ello, no quiero caer de mi cielo, no quiero privarme de esta felicidad que me transporta, de esta sangre tan calma que corre por mis venas; no quiero soñar más con el pasado, e incluso si tuviera un gran deseo de ello, recordaría a lo sumo las flores que el carro de la Fortuna ha dejado escapar sobre mi camino; no quiero leer en la historia de mi vida sino las hojas que contienen mi felicidad.

No es cierto, hermano; crees que mis pensamientos, mis sentimientos ya no son de este mundo; creo que estoy maduro no para la paz muerta de la tumba, sino para una vida más feliz, más tranquila que ésta; incluso espero no estar largo tiempo ya sobre esta tierra, de la que ni siquiera las alegrías me atraen; espero que las tijeras fatales de la Parca vengan a cortar el hilo de mi vida, y en verdad puedo decir que espero el fin con tranquilidad, incluso con placer y con alegría.

Adiós, hermano; quizá sea la última vez que escuchas mi voz; recibe las bendiciones de un alma a la que restituiste la calma con tu amistad y con tu bondad y el último adiós de tu


Hölderlin"