lunes, 5 de noviembre de 2012

La luvia.


Es la mañana. Cae la lluvia. El agua invade los campos y cubre las plantaciones de arroz. Las aves hambrientas cantan en los morales.

Es la tarde. Cae la lluvia. Los jóvenes ricos se juntan a beber. El vino es tan fuerte que temen morir de embriaguez.

La lluvia no para. Por la voluntad celeste, allá entre los ricos el estío parece un otoño. El agua, deslizándose por las cornisas, refresca los salones. Ya se recurre a las pieles livianas.

La lluvia arrecia. Los pobres se encierran en sus chozas y se acuestan antes de la caída de la tarde. Después de tres días nada han comido. Pero nadie se detiene en su puerta.

Wu Chin Tsi

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