A los cincuenta años, hoy, tengo una bicicleta.
Muchos tienen un yate
y muchos más un automóvil
y hay muchos que también tienen ya un avión.
Pero yo, a mis cincuenta años justos, tengo sólo una bicicleta.
He escrito y publicado innumerables versos.
Casi todos hablan del mar
y también de los bosques, los ángeles y las llanuras.
He cantado las guerras justificadas,
la paz y las revoluciones.
Ahora soy nada más que un desterrado.
Y a miles de kilómetros de mi hermoso país,
con una pipa curva entre los labios,
un cuadernillo de hojas blancas y un lápiz
corro en mi bicicleta por los bosques urbanos,
por los caminos ruidosos y calles asfaltadas
y me detengo siempre junto a un río,
a ver cómo se acuesta la tarde y con la noche
se le pierden al agua las primeras estrellas.
Rafael Alberti
Esta poesía no está completa.
ResponderEliminarCreo que seguía: ¿Qué nombre le pondría yo a esta bicicleta que me ha traído,y me ha dejado sin decírmelo apenas y la veo abrazada dulcemente junto a un árbol caído?
ResponderEliminarAlgo así que no recuerdo bien.
Ana María Alonso
Añado lo que me faltaba: Y la veo abrazada de hierbas dulcemente, junto a un árbol caído.
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