miércoles, 5 de septiembre de 2012

Peter Pan (extracto).

Y entonces una noche se produjo la tragedia. Era primavera y ya se había acabado el cuento por esa noche y Jane estaba ya dormida en su cama. Wendy estaba sentada en el suelo, muy cerca del fuego, para poder ver mientras zurcía, pues no había ninguna otra luz en el cuarto, y mientras zurcía oyó un graznido. Entonces la ventana se abrió de un soplo como en otros tiempos y Peter se posó en el suelo.

Estaba exactamente igual que siempre y Wendy vio al momento que todavía conservaba todos sus dientes de leche. Él era un niño y ella era una persona mayor. Se acurrucó junto al fuego sin atreverse a hacer ningún movimiento, impotente y culpable, una mujer adulta.

-Hola, Wendy-dijo él, sin notar ninguna diferencia, pues estaba pensando sobre todo en sí mismo y a la escasa luz su vestido blanco podría haber sido el camisón con que la había visto por primera vez.

-Hola, Peter -replicó ella débilmente, encogiéndose todo lo posible. Algo en su interior clamaba: «Mujer, mujer, suéltame.»

-Eh, ¿dónde está John? -preguntó él, echando en falta de repente la tercera cama.

- John ya no está aquí -dijo ella con voz entrecortada. -¿Michael está dormido? -preguntó él, echando un vistazo por encima de Jane.

-Sí -respondió ella y entonces sintió que estaba siendo desleal a Jane además de a Peter.

-Ése no es Michael -dijo rápidamente, no fuera a ser castigada.

Peter miró con más atención.

-Eh, ¿es alguien nuevo?

-Sí.

-¿Chico o chica?

-Chica.

Ahora tendría que entenderlo, pero nada.

-Peter -dijo, vacilando-, ¿estás esperando que me vaya volando contigo?

-Claro, por eso he venido.

Añadió con cierta severidad:

-¿Has olvidado que hay que hacer la limpieza de primavera?

Ella sabía que era inútil decirle que se había saltado muchas limpiezas de primavera.

-No puedo ir -dijo en tono de excusa-.

Se me ha olvidado cómo volar.

-No tardo nada en volver a enseñarte.

-Oh, Peter, no malgastes el polvillo de las hadas en mí. Se había levantado y por fin lo asaltó un temor. - ¿Qué pasa? -exclamó, encogiéndose.

-Voy a encender la luz -dijo ella-, y entonces lo verás.

Casi por única vez en su vida, que yo sepa, Peter se sintió asustado.

-No enciendas la luz -gritó.

Ella revolvió con las manos el pelo de aquel niño trágico. Ya no era una niña desolada por él: era una mujer adulta que sonreía por todo ello, pero con una sonrisa llorosa.

(James Matthew Barrie. Peter Pan)

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